En esta foto del Mudo, Claudio Crocco se ve al fondo porque había ido al primer palo a buscar el centro que, más atrás por el mismo carril derecho, había ejecutado Mario Gómez. Miguel Ángel Juárez, en cambio, está en primer plano porque ese era su lugar natural: el área chica, entrando preferentemente desde el otro lado. Como esa tarde: el Negro saltó entre dos defensores de Quilmes, el cabezazo se le hizo autopase y se asistió a sí mismo para meterle un segundo cabezazo, letal, al arquero Hugo Tocalli.
Cachito Aleva registró ese momento exacto en el que Juárez se convertía en prócer. El gol que abrió el camino del 2-0 en la final del Nacional 1982 fue el número 22 de su cuenta personal en ese campeonato, lo que lo convirtió en -además de campeón- goleador absoluto del torneo. Sacando al Turco Weber en la Primera B de 1969, fue la primera vez que un jugador del club se consagraba como máximo artillero.
El Negro Juárez, además, tiene un récord de eficacia: en ese torneo de 22 fechas, tuvo 21 presencias, lo que da un promedio de gol de 1,04 por partido. Una locura.
En 1984 se fue a Talleres (Córdoba) e hizo 12 goles en el Metropolitano. En 1985 regresó por un año a Platense, su último club antes de Ferro, y al año siguiente volvió a Talleres. Se retiró en Deportivo Merlo, en Primera B, en ese 1986.